domingo, 28 de febrero de 2010

Unalak


Mi nombre es Unalak, que en la lengua de mis ancestros quiere decir Viento Del Oeste. Te lo aclaro porque sé que cuando me vaya y escuches mi historia en boca de otros, se referirán a mí con el nombre que me impusieron en esta tierra ajena.


Recuerdo con claridad el día que mi padre me contó que desde corta edad, me escabullía constantemente de mi madre para estar cerca de los jóvenes de nuestro clan y verles jugar luego de cumplir con sus deberes de la jornada. Según esto, llegó a ser tan famosa mi rebeldía que decidieron darme el nombre de la impulsiva corriente cálida que anuncia con su llegada el cambio de las estaciones.

Esa historia no la conocen los hombres blancos. Esos seres tan livianos de espíritu como de huesos, que creyéndose jueces del mundo van por ahí adueñándose de todo, los mismos que tachándonos de asesinos masacraron a la mayoría de los míos y condenaron al destierro a los que les sobrevivieron. Es por eso que maté a uno de ellos y a causa de mi crimen es que recuperaré mi libertad.

Nunca hubiera imaginado que un día que parecía tan común y corriente como el de ayer, fuera a terminar de manera tan sorprendente.

El sol había aparecido muy temprano en el horizonte y apenas iniciaba la mañana cuando ya sufría sus estragos sobre mi piel, acrecentando con esto el dolor de cabeza que me molestaba desde hacía tiempo. Es verdad que los de mi raza apreciamos mucho la reconfortante calidez solar y agradecemos a Akicha, su espíritu, por avivarnos con su presencia luego de los largos meses de oscuridad y frío que nos afligen en el invierno. Por el contrario, acá el sol quema desde muy temprano y deja una estela férvida que dura toda la noche. Aquí nunca es invierno y la falta de un espacio decente me imposibilitaba ejercitarme y librarme del sofocamiento.

Al mediodía, el hambre y la temperatura eran ya insoportables y sentía un intenso mareo cuando Jack llegó con el desayuno y algo de medicinas. El era mi único amigo aquí. No sólo me enseñó a trabajar practicando pacientemente conmigo cada uno de los trucos del espectáculo que luego mostrábamos por las noches, siempre estuvo al pendiente de mí, curándome y vigilándome en las innumerables ocasiones que enfermé por este árido clima y el agua tan malsana.

No era la excepción, más de 3 semanas habían pasado ya sin que dejara de atormentarme una fiebre altísima. Luego de comer con avidez, Jack me suministró la medicina a través de una enorme jeringa, pero no sentí nada. Le supliqué por más comida y él sonrió negando con la cabeza pidiéndome que lo acompañara al lugar de prácticas. Lo seguí sin ganas pensando que al menos así conseguiría alimento extra.

El espacio donde ensayamos es muy parecido al escenario principal, a excepción de que es más pequeño y casi nunca hay nadie. Al entrar, pude observar su forma circular en donde todo estaba dispuesto como siempre: Las rampas de aterrizaje, los pares de vallas bicolores, y la pequeña plataforma desde donde Jack daba las instrucciones.

Esta vez había un nuevo elemento. Un círculo de gran tamaño suspendido por largas cadenas de acero que bajaban desde lo alto y se balanceaba en el centro del lugar – Encima un programa nuevo –maldije sin que mi amigo me hiciera el menor caso.

Estuvimos toda la tarde trabajando, lo cual ayudó en parte a aminorar un poco mi apetito, ya que cada que terminábamos de repetir un ejercicio, Jack me dejaba descansar unos minutos, los cuales aprovechaba para devorar con rapidez los pequeños entremeses que se me permitían en los ensayos. Ya no sentía tanta hambre más el mareo y la fiebre seguían en aumento, Creí que no lograría estar en forma para la noche, ya antes me había pasado igual.

Después de cuatro horas de ensayo, Jack me regresó a mis aposentos en donde ya me esperaba el equipo de preparación. Me ayudaron a bañarme y alistarme. A pesar de que lo hicieron con gentileza, mi malestar no cedía, empeorando con el intenso ruido que ya provocaba la multitud desde las butacas, como de costumbre, atiborraban la gradería mucho antes de dar por iniciado el show.

Cuando los preparadores se dieron por satisfechos, me guiaron a la salida aunque yo renegaba con aspavientos intentando convencerlos para que me dejaran en paz.

Al fin llegué al domo y la multitud pareció enloquecer poniéndose de pie para verme mejor. Gritaban histéricos al tiempo que sacudían sus manos para saludarme al paso de mi vuelta inaugural.

Apenas la finalicé, todas las luces se apagaron y el lugar quedó en silencio. Este solía ser el único momento tranquilo de la velada y escasamente duraba unos segundos.

Acto seguido, se volvieron a encender las luces, esta vez mucho más intensas y un juego intermitente de rayos láser bailoteaba al compás de una melodía estridente que terminó de desquiciar a la multitud. Muy acostumbrada estaba a todo eso, pero a causa del tremendo malestar, las luces me cegaron y el ensordecedor escándalo de la música mezclada con los gritos me hizo sentir tan mal, que por momentos temí perder el conocimiento.

Con todo, pude seguir con la faena. Mi compañero apareció al centro del escenario ataviado con su traje de gala que tenía las mismas formas y colores que el mío. Saludó levantando los brazos a la multitud que lo ovacionaba. Me hizo la señal acostumbrada y fui hacia él para empezar con la primera de las suertes. Ésta consistía en saltar por el aire girando sobre mi propio eje en el sentido en que las manos de mi entrenador así lo indicaran. Un ejercicio simplón que de todas maneras el público parecía disfrutar.

Venían después dos vueltas lentas, nadando de lado, sacando y agitando una de mis aletas para copiar con esto los ademanes que Jack realizaba mientras animaba a la gente para que los siguieran. El resto más sencillo aún; saltar frente a él mostrando mi enorme torso, nadar en reversa y de regreso para finalizar en la rampa que me dejaba fuera del agua casi por completo.

Ahora tocaba la parte más complicada. Jack se tiraba al agua y mientras flotaba, yo me acercaba lo suficiente por debajo para posar sus pies sobre mi nariz. Me movía entonces a lo largo de la circunferencia llevándolo con mi hocico mientras adquiría más velocidad y él lograba sacar el cuerpo extendiendo sus brazos en forma de cruz hasta dejarlo sano y salvo en la rampa.

Se suponía que luego de dejarlo, yo volvería de inmediato a la parte profunda, pero sintiendo que la sangre me hervía y la cabeza me taladraba aterricé en la rampa y me quedé quieta, presa del dolor y a punto del desmayo. Jack me hizo señas para regresara a sumergirme pero no le hice caso hasta que se acercó junto a mi poniéndose en cuclillas. Me acarició la cabeza y metió un pescado por mi boca abierta. – Está bien pensé –de todas maneras ya falta muy poco.

Volví al agua y Jack me siguió. El último ejercicio era el más pesado y apenas lo habíamos ensayado ese mismo día. La idea era llevar a Jack montado en mi lomo y dar una vuelta por el estanque mientras del techo bajaba lentamente el enorme círculo hasta quedar inmóvil a unos cuantos metros por encima del nivel del agua.

Nadé entonces hacia el centro del escenario con el impulso suficiente para que a la distancia precisa, pudiera elevara mi cola lanzando a Jack a través del aro. Dos segundos después le seguiría.

Sin embargo, me sorprendió ver que en un instante y como por arte de magia, el enorme anillo se cubrió de fuego. Lejos de atemorizarse la multitud vitoreó el suceso pero yo me llené de terror y un respingo en el pecho hizo estremecer mi cuerpo. Cayendo en la inconsciencia, fatigada en exceso y con el entendimiento aturdido por la fiebre, mis ojos se fueron cerrando y las imágenes de una tarde lejana empezaron a surgir en mi memoria.

En esa ocasión mi madre, en compañía de mis parientes, me llevó hasta las orillas de Nunataq, la gran montaña helada del norte, para rendirle culto a Sedna en su propia morada por los favores recibidos en la temporada de caza.

No obstante del tiempo y la distancia, recordé que jugaba con mis hermanos permitiendo a los más grandes proseguir con la ceremonia, cuando sin previo aviso, la montaña enfureció irrumpiendo el aire con un ronco alarido, escupiendo fuego y rocas enardecidas que caían a gran velocidad golpeando e hiriendo a los incrédulos presentes.

La situación se volvió caótica. La tribu se dispersó despavorida en todas direcciones golpeándose unos contra otros en el intento desesperado por esquivar la cruel masa carmesí que bajaba desde el pico hasta las aguas de la orilla donde nos encontrábamos. El más leve contacto achicharraba la piel en tanto convertía el agua en un vapor cruento y denso dificultando más la huída.

No tengo idea de cómo logramos salir con vida. Solamente sé que en medio de la confusión, mi madre logró encontrarme y jalándome me alejó de ahí. Yo miré hacia atrás por última vez. ¿Sería que la diosa estaba enfadada? Desde la cumbre pude observar como el halo encendido y amenazante poco a poco se perdía en la distancia.

Tratando de recuperar la compostura, abrí con voluntad mis ojos lo más que pude, esforzándome por seguir adelante con Jack todavía trepado a mi espalda.

Lo primero que alcancé a ver fue el círculo maligno que seguía encendido y se encontraba cada vez más cerca. Espantada, volví a intentar detenerme y evitar el salto, pero Jack me fustigaba con las piernas en mis costados. En el momento justo antes de saltar, perdí el control. Me desvié hacia un lado y sentí un golpe severo en las costillas, Jack insistía en el último segundo. Salté hacia una de las paredes de cristal y lo empujé con violencia contra ésta, aplastándolo con todo el peso de mi cuerpo.

De inmediato sentí que el espíritu se le escapaba por la garganta. La muchedumbre dio un alarido de espanto y quedó en silencio otra vez. Se apagó la música y las luces de colores. Los preparadores corrieron a rescatar en vano a un inerte y sangrante Jack.

Sin pensar en lo que hacía y con el afán de no darle importancia a lo sucedido, nadé alrededor del estanque para finalizar mi acto como siempre. Me sumergí en el agua y salté por el aire expulsando con mi cola toda el agua que me fue posible para rociar a la mayor parte de la concurrencia. Por primera vez nadie rió, nadie aplaudió.

Hace un rato, vinieron varios hombres y me inyectaron nuevamente. Esta vez sentí un reconfortante cosquilleo que en poco tiempo recorrió mis venas y finalmente me siento mejor.

A causa de lo sucedido, ahora dicen que soy peligrosa y que ya de nada les sirvo aquí. Hoy me llevarán en un barco para soltarme a mi suerte en alta mar, muy lejos de este horrendo lugar.

Con las primeras luces de la primavera, regresaré a Inupiaq, la tierra de mi familia, donde seguramente me reencontraré con mis hermanos y volveré a ser la que una vez mi padre llamó Unalak. Honrando su memoria, llegaré a mi hogar llevando conmigo el cambio de estación.



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UNALAK by Raúl García Rodríguez is licensed under a Creative Commons Atribución-No comercial-No Derivadas 2.5 México License.
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1 comentario:

  1. Un Poco triste pero cierta, me gusto mucho!!! Saludos!!!

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