sábado, 21 de noviembre de 2009

Florecerás en Noviembre


















Saldrás de tu oficina, y a pesar del cansancio que te aburre más de lo que te agobia, decidirás evitar la odiosa tarea de esperar por un taxi y optarás por caminar hasta tu casa confesa de que ese día será igual de aburrido que los anteriores. Ignorante de lo que te espera, no le darás importancia al hecho irrefutable de que la tarde te ha abandonado a la suerte de la noche. Se cernirá sobre ti y derramará sus sombras largas sobre el pavimento que cruzas ante la mirada inerte de los faroles. Mientras un soplo de viento te alborota los nervios por el cuello, apurarás el paso hacia el parque que aparece delante con la esperanza inocente de acortar tu camino y ponerte a buen resguardo.
Sentirás la extraña soledad a la que te has expuesto a pesar de la compañía omnipresente de los álamos que filtran entre las ramas pequeñas gotas de luces itinerantes y acompasadas con el vaivén del viento. Te parecerán insuficientes pero capaces de nublar tu criterio que te guía sin remedio a través de laberintos de hormigón y césped, dispuestos para el bullicio de los niños y que ahora tan ausentes, te envuelven en el silencio más absoluto.
Huirán veloces, detrás de los grandes árboles, nubarrones negros que secuestran a una luna que muere en el intento de asomarse para atestiguar tu desventura.

Todavía a lo lejos, te observaré caminando hacia mi, al encuentro que no esperas porque ágil me agazapo entre los matorrales, esclavo de la metamorfosis creada de la tinieblas galopantes que salen a tu encuentro. Se quedarán rezagados por un rato, el par de colmillos que salivan la esencia de tu perfume inminente.

Equivocando el rumbo, acelerarás el paso respondiendo al miedo que te dictarán tus manos tiritando al tiempo que se convierten en agua que anega los pliegues de tu falda y se aferrarán a la tela en el último intento por recobrar la compostura.

Tu corazón romperá el silencio aunque sólo tú lo escuches. Te advertirá insistente, gritándote al oído, que lo llevas con descaro a la trampa inexorable que se postra a unos cuantos metros delante. Entretanto te engañarás a ti misma al repetirte. - Ahí no hay nadie.



Peor para ti. Postrada en el pasto tu grito se ahogará en la savia rojiza y salada que emanará de tu boca. Tus palmas atrapadas contra la tierra no ofrecerán defensa suficiente contra la embestida que te sacude y desnuda tu cuerpo.

Te escucharé gemir, y me imagino que es de gozo.

A la del alba, descubrirán tu cuerpo transformado entre el pasto y expuesto a los elementos ahogando de terciopelo escarlata el entorno, imitando a las rosas que otrora florecieron en este mismo jardín. Tú no. Tú florecerás este Noviembre.

La tarde se acaba y la insuficiente luz del otoño me impide seguir con mi lectura. Cierro mi novela y la olvido por un rato a un lado de mi banca. Te observo en el instante preciso en que caminas delante de mí, distraída y pisando divertida las hojas secas que encuentras a tu paso.

- Adiós, guapa.

Sonríes.

Regreso a mi libro. "Yo pertenezco a la noche, porque por naturaleza la noche me pertenece. Las calles apenas desiertas con sus juegos fantásticos de luces y sombras confunden mi razón. Al tiempo en que la realidad me abandona presurosa, me entrego a la más extraña de mis fantasías. Nublada la razón, no existe mas luz que contenga a la locura en su escondite".

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Florecerás en Noviembre by Raúl García Rodríguez is licensed under a Creative Commons Atribución-No comercial-No Derivadas 2.5 México License.

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